¿Fuera de qué Iglesia no hay salvación?

Últimamente he estado escuchando a algunos apologetas católicos y quisiera, más que responderles a ellos, aclarar cualquier duda sembrada por ellos. Vamos a desarrollar un poco más este tema que ya toqué brevemente en el libro 10 Razones para No ser Evangélico Vs Diez Razones para No ser Católico, el cual pueden descargar gratuitamente en el link. 

Extra ecclesiam nulla salus Fuera de la Iglesia no hay salvación

Un poco de historia:                  

Orígenes de Alejandría († 253) afirmaba:

«Nadie se haga ilusión, nadie se engañe: fuera de esta casa, es decir, fuera de la Iglesia, nadie se salva. Aquí está el signo de la sangre, porque aquí está la purificación que se hace por la sangre» [ORÍGENES, Homilías sobre Josué, 3,9. Cit. La Predicación del Evangelio en los Padres de la Iglesia. BAC]

Por su parte san Cipriano de Cartago († 258) sostenía que:

«Y como el nacimiento de los cristianos está en el bautismo, y como la generación y santificación por el bautismo sólo está en la única esposa de Cristo, que es la que puede engendrar y dar a luz espiritualmente hijos para Dios, ¿dónde, de qué madre y para qué padre ha nacido el que no es hijo de la Iglesia? ¡Para tener a Dios por padre es preciso tener antes a la Iglesia por madre!»   [Carta 74, Cipriano a Pompeyo. Biblioteca Clásica Gredos 255, Cipriano de Cartago.]

¿Verdadero o falso?

El Señor Jesucristo fundó una sola Iglesia, y una cabeza no puede tener más de un cuerpo, así que todos estamos de acuerdo en que la iglesia como Cuerpo solo puede ser una. ¿Dónde fundó Cristo su Iglesia? Podemos afirmar que la Iglesia comienza a existir y a funcionar plenamente desde el día de Pentecostés en Jerusalén, cuando el apóstol Pedro usando las llaves del reino de los cielos abrió la puerta primeramente a los judíos.

¿Cómo denominamos a esa iglesia?

Hechos 2:5 Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.[1]

Desde su inicio la iglesia manifiesta su universalidad (de todas las naciones que hay debajo del cielo), su catolicidad (que abarca o está conforme al todo) y su ecumenicidad (oikoumene = toda la tierra habitada). Una palabra griega que conforma la raíz del término katholikós es holos (todo), y podemos hacernos una idea mayor con otra palabra derivada de esta raíz: holograma, que es una vista tridimensional de un objeto que se puede contemplar de todos los ángulos. La Iglesia no se puede contemplar, abarcar o entender solo desde un punto de vista estático o plano; ni tomando una parte sino el todo, el conjunto con sus generalidades y particularidades.

El término Iglesia católica fue usado por primera vez por el obispo Ignacio de Antioquía († 107):

«Allí donde aparezca el obispo, debe estar la comunidad; tal como allí donde está Jesús, está la Iglesia católica.»   [Ignacio, de Antioquía. Carta a los Esmirnenses 8]

Los apologistas católicos suelen entrar en éxtasis cuando leen esto y comienzan a exclamar «¡¿Lo veis?, ¿lo veis?, allí estaba nuestra iglesia católica, y los Padres de la Iglesia son nuestros, nuestros!» Bien, queridos apologistas católicos, mientras os tomáis una infusión de tila os lo explico. Ignacio dice aquí algo maravilloso «allí donde está Jesús, está la Iglesia católica», es decir que en cualquier lugar de la oikoumene (tierra habitada) donde esté Jesús (Jesús está en donde dos o tres estén congregados en su nombre) allí está la Iglesia Católica, universal, el todo. No dice Ignacio que donde está la iglesia Católica Romana está Jesús (aunque ellos pretendan tener los derechos de imagen) sino que donde quiera que Jesús esté presente en medio de los que le invocan ellos forman parte de la Iglesia Católica. El apóstol Pablo lo expresa mejor:

1 Corintios 1:2  «a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos»[2]

Pablo habla de la Iglesia de Dios que está en Corinto, pero no solo allí está la Iglesia sino en cualquier lugar donde invocan el nombre de Cristo, que no solo es Señor nuestro sino de ellos. Un católico romano no hubiera escrito lo mismo, hubiera dicho: «con cuantos en cualquier lugar se someten al Obispo de Roma, y si no hacen esto el Señor no es de ellos». Pero veamos ahora lo que el apóstol Pablo le escribe a la misma iglesia de Roma:

Romanos 1:5-6 «por quien recibimos la gracia y el apostolado, para predicar la obediencia de la fe a gloria de su nombre entre todos los gentiles, entre los cuales os contáis también vosotros, llamados de Jesucristo»[3]

Nótese que el apóstol no dice que la iglesia de Roma está por sobre los cuales, es decir, los gentiles que han obedecido a la fe, sino entre los cuales. La iglesia de Roma es una parte y no el todo.

Vemos entonces que la Iglesia es católica, universal, porque Cristo está allí en cualquier lugar del mundo donde se le invoque; y donde está Cristo allí está la Iglesia que es su Cuerpo. Pero los apologetas católicos son muy hábiles manipulando las palabras, y donde los Padres de la Iglesia hablan de «católica» ellos hacen creer que se refieren a la «romana», pero lejos de los Padres tal idea.

Como dijimos al principio, podemos hablar del nacimiento de la Iglesia en el día de Pentecostés en Jerusalén, allí había judíos de toda la oikoumene:

Hechos 2:10 «Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos»[4]

No se sabe a ciencia cierta quién o quienes fundaron la iglesia en Roma, es muy probable que esos forasteros romanos que estaban allí se convirtieran con la predicación de Pedro, y luego regresaran a su tierra y establecieran la iglesia allí. Cuando los apóstoles van a Roma se encuentran con una iglesia que ya gozaba de cierto prestigio.

Los católicos romanos nos dicen «nuestra iglesia la fundó Cristo, la de ustedes los hombres», bien, hasta donde sé Jesucristo fundó su Iglesia en Jerusalén, no en Roma (que fue fundada por hombres que salieron de Jerusalén); y también hasta donde sé los evangélicos no salimos de un huevo kínder. La Iglesia se expandió desde Jerusalén hacia el mundo, y las iglesias (con minúsculas) que se fundaron forman parte del todo que es la Iglesia (con mayúscula) católica, universal. En los primeros siglos del cristianismo la Iglesia estaba liderada por una pentarquía, cinco grandes patriarcados que más de una vez peleaban entre sí por el predominio: Jerusalén, Antioquía, Roma, Constantinopla y Alejandría. Con el paso de los siglos solo quedaron dos grandes centros de poder: Roma y Constantinopla, cuyos obispos o patriarcas mantuvieron una lucha encarnizada, el primero para mantener el poder absoluto, el segundo para mantener la independencia.

« Total que ya estaba instalado el sistema que más tarde se designaría entre los ortodoxos con el nombre de la Pentarquía. Según ese sistema, a cinco de las principales sedes episcopales se les atribuiría un prestigio especial, y se establecería entre las cinco una orden fija de honor, empezando por Roma, pasando por Constantinopla, Alejandría y Antioquía, y acabando en Jerusalén. Las cinco tenían origen apostólico. Las primeras cuatro eran las ciudades más importantes del Imperio Romano; y la quinta fue añadida porque ahí era donde Cristo había sufrido en la Cruz y resucitado de los muertos. Al obispo de cada ciudad se le concedía el título de Patriarca. Los cinco Patriarcados dividieron entre sus cinco jurisdicciones el mundo entero conocido, los ortodoxos creen que, de los cinco Patriarcas, al Papa se le debe atribuir un prestigio particular. La Iglesia Ortodoxa se niega a aceptar la doctrina de autoridad papal propuesta en los decretos del Concilio Vaticano de 1870 y promulgada hoy en la Iglesia Católica Romana; al mismo tiempo, la Ortodoxia no pretende negarle a la Santa y Apostólica Sede de Roma la primacía de honor, junto con el derecho (en determinadas circunstancias) de recibir apelaciones de cualquier territorio de la cristiandad. Que conste que hemos empleado la palabra primacía y no supremacía. Los Ortodoxos consideran al Papa como el obispo “que preside en el amor”, adaptando una frase de las de San Ignacio: el error de Roma, según los ortodoxos, consiste en el haber convertido esta primacía o “presidencia de amor” en una supremacía de poder y de jurisdicción externos. […] Lo que se dijo antes de los Patriarcas también se debe decir del Papa: la primacía que se concede a Roma no perjudica la igualdad esencial de todos los obispos. El Papa es el primer obispo dentro de la Iglesia – pero es primero entre iguales (primus inter pares).»    [Kallistos, Ware. La Iglesia Ortodoxa. Editorial Angela, p. 24 ss]

Esta obstinación por el poder y la hegemonía condujo al gran cisma de oriente en el año 1054; y la que hasta entonces había sido una Iglesia quedaba ahora dividida en dos grandes bloques que se desconocerán mutuamente.

«En varias ocasiones, a partir de finales del siglo VI, hay patriarcas de Constantinopla que usan el título de «patriarca ecuménico», superior a los otros patriarcas orientales; cada vez Roma protesta, como lo habían hecho en su tiempo Pelagio II y Gregorio el Grande. Los patriarcas se apoyan sobre la práctica inaugurada a la hora de la conversión de Constantino: el rango de los obispados en la jerarquía corresponde al rango civil de su ciudad; al cambiar el rango civil lo hace el rango eclesiástico; por esa razón Constantinopla, como capital del Imperio de Oriente, como nueva Roma, es también sede de patriarcado. El mismo razonamiento explica la importancia de Roma y su carácter histórico, es decir, no eterno. En el Concilio de Calcedonia, el papa León I había rechazado expresamente y con éxito los cánones ahí presentados que afirman la igualdad de prerrogativas entre Constantinopla y Roma y la tesis según la cual la sede de la antigua Roma recibió el primado «de los padres», «en consideración de su rango de capital del Imperio». Se ve inmediatamente cuál es el envite: la posición de Roma no tiene nada que ver con el «Tú eres Pedro…» de Cristo, sino que lo debe todo a los hombres. Conclusión: eso puede cambiar… Retomada en el concilio «in trullo» de 692, la misma argumentación vuelve a ser rechazada por el papa Sergio, pero para esa fecha el contencioso ha crecido entre los dos mundos. A las tesis del Canon 28 les está destinado un largo porvenir y son válidas todavía en el siglo XXI, cuando se trata de rechazar el primado de derecho divino del obispo de Roma diciendo que éste, sea honorífico o jurisdiccional, sólo tiene origen eclesiástico, es decir: humano.»   [Meyer, Jean. La gran controversia. Las iglesias católica y ortodoxa de los orígenes a nuestros días. Ed. Tusquets, p.85]

Desde Constantinopla se argumentaba que el rango de la iglesia de Roma dependía de su condición política, y al haber dejado de ser capital del imperio (tras la caída del 476) ya no ostentaba dicho poder; es decir, no se trataba de un derecho divino sino eclesiástico, algo que los hombres podían concederlo o quitarlo según la condición política imperante.

La iglesia Católica Romana afirma que los orientales se separaron de ellos, sin embargo los orientales afirman que son los católicos romanos los que se apartaron de la verdadera Iglesia:

« “Rechazamos de nosotros a los latinos, por ninguna otra razón, sino justamente porque son los heréticos” (San Marcos de Éfeso). “Nuestra Iglesia Ortodoxa considera a los católicos romanos: los heréticos” (Venerable Starets Macario de Óptina). “La Iglesia de Roma hace mucho se desvió hacia las herejías e innovaciones… y, de ningún modo, pertenece a la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia” (Venerable Starets Ambrosio de Óptina). “La herejía de los latinos es la peor de todas las herejías… porque ella lleva al hombre en lugar de a Cristo a otro hombre, le enseña que en lugar de Cristo crea en un hombre: en el Papa” (Hieromártir Andrónico Nikolski). La Epístola patriarcal y sinodal (del año 1895) dice directamente que, para alcanzar la salvación, los católicos romanos necesitan llegar a la Ortodoxia: “La Iglesia del Occidente, desde el siglo X hasta ahora ha incluido en sí misma, a través del papismo, varias enseñanzas e innovaciones ajenas y heréticas, y de esa manera se cortó y se alejó de la Iglesia Oriental Ortodoxa; para adquirir en Cristo la salvación tanto deseada, es muy necesario para ustedes que regresen y acepten las enseñanzas de la Iglesia, antiguas e invioladas” […] Con respecto a San Teófano el Recluso – él claramente enseñaba que sólo la Iglesia Ortodoxa es la Iglesia Verdadera, que fuera de Ella no hay Cristo, no hay verdad, no hay salvación: “No es necesario vaguear con la mirada acá y allá para que se vea dónde está la verdad… Fuera de la Iglesia Ortodoxa no hay verdad. Ella es el único guardián fiel de todo lo que el Señor mandó a través de los Santos Apóstoles, y por eso Ella es la verdadera Iglesia Apostólica.»   [Maximov, Jorge. Fuera de la Iglesia no hay salvación. Ed. Simeón]

Raramente escucharás hablar a los apologistas católicos sobre esta opinión que de ellos tienen los ortodoxos, para quienes los cismáticos que salieron de la verdadera Iglesia son los católicos romanos.

Después del cisma, la iglesia católica romana no aprendió la lección y siguió adjudicándose la suprema autoridad universal:

«Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados»  [Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra]

Los apologetas romanistas te dirán que la única Iglesia es la de ellos, que fuera de «la católica» puede haber «asambleas eclesiásticas» pero no verdaderamente iglesias; y que tu salvación corre peligro si persistes en alejarte de Roma. Usan para ello la Constitución Dogmática sobre la Iglesia LUMEN GENTIUM:

«El sagrado Concilio fija su atención en primer lugar en los fieles católicos. Y enseña, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación… Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella. A esta sociedad de la Iglesia están incorporados plenamente quienes, poseyendo el Espíritu de Cristo, aceptan la totalidad de su organización y todos los medios de salvación establecidos en ella, y en su cuerpo visible están unidos con Cristo, el cual la rige mediante el Sumo Pontífice y los Obispos…»   [Concilio Vaticano II. Lumen Gentium, 14]

Con respecto a lo expresado en primer lugar: la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, le concedemos toda la razón; pues fuera de la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo, no hay salvación. Afirmar lo contrario sería reconocer que Cristo no es el único camino al Padre, o que cualquier religión que se practique sinceramente puede conceder la salvación. Es en la Iglesia donde las almas nacen a la vida eterna por medio de la predicación del Evangelio, así lo instituyó Cristo y así lo proclamamos. El problema surge con el segundo enunciado: Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella.Aquí es donde se evidencia el astuto intercambio de significados y la manipulación del término «Iglesia».

El catolicismo romano primeramente utiliza los pasajes de los Padres de la Iglesia, en donde se habla de «Iglesia Católica», para afirmar que esos textos se refieren a ellos. Ya hemos visto que esto es mera manipulación, pues los Padres no se referían al romanismo (iglesia latina u occidental) sino a la Iglesia universal (tanto de occidente como oriente, que hasta el cisma del 1054 estaban unidas). Una vez que han logrado imponer la idea de que Roma era el centro de la cristiandad (haciendo desaparecer del mapa a los demás patriarcados) pasan al siguiente paso, hacer creer que quien se niega a entrar en la iglesia Católica Romana no puede salvarse, y allí no le daremos la razón.

Es perverso el manipular de esta manera los términos «Iglesia Católica» e «Iglesia Católica Romana» haciéndolos parecer sinónimos, cuando esta última es solo una parte y no el todo. Ya hemos visto que las iglesias ortodoxas (al igual que otras orientales) consideran herética a la iglesia romana. Por ello debemos usar la terminología correcta, cuando nos referimos a la iglesia sujeta al papado debemos llamarla iglesia católica romana, y no solamente iglesia católica pues este último término se refiere a toda la Iglesia, y es así como se denomina en la patrística a la Iglesia unida de Occidente y Oriente antes del cisma.

Para concluir este capítulo diremos en primer lugar que no aceptamos las calificaciones despectivas de los apologistas católicos, como si los evangélicos no fuésemos parte de la única Iglesia de Cristo y meramente nos califiquen como «asambleas eclesiásticas» o «hermanos separados» cuya salvación corre peligro si no nos sometemos al Papa. Y en segundo lugar confesamos que:

  1. La Iglesia es Católica, universal, y abarca el todo del Cuerpo de Cristo, y fuera de esa Iglesia no hay salvación pues las demás religiones no conducen al Padre.
  2. Cuando los Padres de la Iglesia hablan de la Iglesia Católica no se refieren a Roma sino a todo el cristianismo (iglesias de occidente y de oriente)
  3. La Iglesia Católica Romana es una parte del todo, no el todo.
  4. Las iglesias ortodoxas y orientales son tan antiguas y apostólicas como la de Roma, y sus obispos pueden reclamar lo mismo que reclaman los obispos romanistas.
  5. La iglesia Católica Romana no tiene el monopolio de la salvación, podrá amedrentar a sus fieles amenazándolos con caer en la condenación si salen de ella, pero no puede amenazarnos a nosotros por negarnos a entrar.

Los ortodoxos afirman que fuera de la iglesia Ortodoxa no hay salvación, los romanistas afirman que fuera de la iglesia Católica Romana no hay salvación, pero los evangélicos confesamos que fuera de la Iglesia no hay salvación. Y a esa «Iglesia» no le adosamos «nuestra denominación» para apropiarnos en exclusiva del todo, pues reconocemos que somos una parte; y en cada parte, allí donde nos congregamos en el nombre de Cristo, está el todo: la Iglesia, Católica, Universal, Apostólica, y que resplandece en toda la oikoumene.

Artículo de Gabriel Edgardo Llugdar


[1] Biblia de Jerusalén 1976

[2] Biblia de Jerusalén 1976

[3] Ídem

[4] Ídem

Acerca de diariosdeavivamientos

Soy Gabriel, seguidor de Cristo. Vivo en Córdoba, Argentina. Amo la Historia de la Iglesia, desde la Patrística hasta nuestros días; y amo a la Iglesia, la militante y la victoriosa, la visible y la invisible, con sus luces y sombras; no soy imparcial, pero intento compartir lo que creo y pienso sin fanatismos ni sectarismos. Bienvenidos a mi blog.
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Una respuesta a ¿Fuera de qué Iglesia no hay salvación?

  1. Pastor Sergio dijo:

    No es la iglesia lo que salva, sino la fe en Cristo Jesús, ni la religión o las obras.
    S.Juan 3:16
    Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
    Todo aquel que en Él crea: CUALQUIERA, esté dónde esté y llegue a la iglesia que sea.

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