La Imitación de Cristo – Tomás de Kempis – Imitación de Cristo PDF

Tomás de Kempis, nació en el año 1380 en la ciudad de Kempis (Kempen diócesis de Colonia – Alemania). Hijo de artesanos, a los 13 años se va a vivir a la ciudad de Deventer  (Holanda) donde comienza sus estudios de humanidades, bajo la dirección de un grupo conocido como los Hermanos y Hermanas de la Vida Común,  esta era una comunidad religiosa laica, algunos vivían en casas y otros en comunidad, se mantenían de sus respectivas profesiones y observaban la pobreza, la castidad y la obediencia aún sin haber hecho los votos solemnes; sus vidas consistían en la oración, meditación, predicación y en la fraternidad basada en los ideales de la iglesia primitiva. Tomás se especializó en transcribir manuscritos, recordemos que en ese entonces no existía la imprenta.  Terminados sus estudios ingresó al  Convento Agustino de Monte Santa Inés (Agnettenberg) donde su hermano era prior. En 1423 es ordenado sacerdote y en 1429 sub-prior.  Durante su larga vida escribió varios tratados y libros, dedicándose siempre a la enseñanza de los novicios y a la vida de profunda oración. Aunque sin duda el más famoso escrito es su Imitación de Cristo, tratado que consta de cuatro libros y que se publicó como de autor anónimo, pues la humildad de Tomás no era capaz de atribuirse algo como exclusivamente propio. Se tardó siglos en despejar toda duda, hasta que hoy es universalmente aceptada su autoría. Esta tardanza se debió en parte  a que algunos estudiosos ponían en duda que una obra tan excelsa, fuese inspiración de un hombre tan sencillo como Tomás (cuando precisamente lo excelso de este libro es su humildad).

«Personalmente se le describe como un hombre de mediana estatura, tez oscura y vívidos colores, de amplia frente y ojos penetrantes; bondadoso y afable con todos, sobre todo con los afligidos y los acongojados; constantemente ocupado en sus quehaceres favoritos, lectura, escritura, u oración; En general silencioso y recogido durante las recreaciones, le era difícil el expresar opiniones en asuntos mundanos, pero derramaba un torrente de elocuencia cuando la conversación trataba de Dios o de los intereses del alma. En tales momentos se excusaba con frecuencia, «Hermanos míos«, decía, «debo ir, Alguien me espera para conversar conmigo en mi celda».«   (ec.aciprensa.com Enciclopedia Católica)

 Tomás de Kempis vivió 90 años, murió el 25 de julio de 1471.

el autor: Tomás de Kempis

el autor: Tomás de Kempis

Textos y frases de la Imitación de Cristo:

 «¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla.»   (Libro I – Cap. 1)

«¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en Ti está todo lo que quiero y deseo. Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu presencia: háblame Tú solo.»  (Libro I – Cap. 3)

«Si tanta diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución en los monasterios; Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán santamente vivimos. Dime: ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya poseen otros sus rentas, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay de ellos memoria.» (Libro I – Cap.3)

«En las Santas Escrituras se debe buscar la verdad, no la elocuencia. Toda la Escritura. santa se debe leer con el espíritu que se hizo. Más debemos buscar el provecho en la Escritura que no la sutileza de palabras. De tan buena gana debemos leer los libros sencillos y devotos como los sublimes y profundos. No te mueva la autoridad del que escribe si es de pequeña o grande ciencia; mas convídete a leer el amor de la pura verdad. No mires quién lo ha dicho, mas atiende qué tal es lo que se dijo. Los hombres pasan; mas la verdad del Señor permanece para siempre.» (Libro I – Cap. 5)

«En resistir, pues, a las pasiones, se halla la verdadera paz del corazón, y no en seguirlas. No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.» (Libro I – Cap. 6)

«Si cada año desarraigásemos un vicio presto seríamos perfectos. Mas ahora, al contrario, muchas veces experimentamos que fuimos mejores y más puros en el principio de nuestra conversión que después de muchos años de profesos. Nuestro fervor y aprovechamiento cada día debe crecer; mas ahora ya nos parece mucho conservar alguna parte del primer fervor. Si al principio hiciésemos algún esfuerzo, podríamos después hacerlo todo con facilidad y gozo. 
6. Dura cosa es dejar la costumbre; pero, más duro es ir contra la propia voluntad. Mas si no vences las cosas pequeñas y ligeras, ¿cómo vencerás las dificultosas?
Resiste en los principios a tu inclinación, y deja la mala costumbre, porque no te lleve poco a poco a mayor dificultad. ¡Oh, si mirases cuánta paz a ti mismo, y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien, yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual! «       (Libro I – Cap. 11)

«Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades, porque suelen atraer al hombre al corazón, para que se conozca desterrado y no ponga su esperanza en cosa alguna del mundo. Bueno es que padezcamos a veces contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario ayudan a la humildad y nos defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior, cuando por de fuera somos despreciados de los hombres, y no nos dan crédito.»    (Libro I – Cap. 12)

«Muchos quieren huir de las tentaciones y caen en ellas más gravemente.
No se puede vencer con sólo huirlas; mas con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos. El que solamente quita el mal que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor.
Poco a poco, con paciencia y larga esperanza, vencerás (con el favor divino) mejor, que no con violencia y propia fatiga.
Toma muchas veces consejo en la tentación, y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarle, como tú lo quisieras para ti… El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo.  Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos.»  (Libro I – Cap. 13)

«Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las obras ajenas. En juzgar a otros se ocupa uno en vano, yerra muchas veces y peca fácilmente; mas juzgando y examinándose a sí mismo se emplea siempre con fruto. .
Muchas veces juzgamos según nuestro gusto de las cosas, pues fácilmente perdemos el verdadero juicio de ellas por el amor propio. Si fuese Dios siempre el fin puramente de nuestro deseo, no nos turbaría tan presto la contradicción de nuestra sensualidad. Pero muchas veces tenemos algo adentro escondido, o de fuera se ofrece; cuya afición nos lleva tras sí.»    (Libro I- Cap. 14)

«La obra exterior sin caridad no aprovecha; pero lo que se hace con caridad, por poco y despreciable que sea, se hace todo fructuoso. Pues, ciertamente, más mira Dios al corazón que a la obra que se hace. Mucho hace el que mucho ama. Mucho hace el que todo lo hace bien. Bien hace el que sirve más al bien común que a su  propia voluntad. Muchas veces parece caridad lo que es amor propio; porque la inclinación de la naturaleza, la propia voluntad, la esperanza de la recompensa, el gusto de la comodidad, rara vez nos abandonan. El que tiene verdadera y perfecta caridad, en ninguna cosa se busca a si mismo, sino solamente desea que Dios sea glorificado en todas. De nadie tiene envidia, porque no ama gusto alguno particular, ni se quiere gozar en sí; mas desea, sobre todas las cosas, gozar de Dios. A nadie atribuye ningún bien; mas refiérelo todo a Dios, del cual, como de fuente, manan todas las cosas, en el que, finalmente, todos los Santos descansan con perfecto gozo.
¡Oh, quién tuviese una centella de verdadera caridad! Por cierto que sentiría estar todas las cosas llenas de vanidad».         (Libro I – Cap. 15)

«Si alguno, amonestado una vez o dos, no se enmendare, no porfíes con él, sino recomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad y Él sea honrado en todos sus siervos, que sabe sacar de los males bienes.
Estudia y aprende a sufrir con paciencia cualesquiera defectos y flaquezas ajenos, pues tú también tienes mucho en que te sufran los otros.
Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo? De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los propios defectos. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos.
Nos parece mal si a los otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que alguna cosa que pedimos se nos niegue.
Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos.
Si todos fuesen perfectos, ¿qué tendríamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos?»         (Libro I – Cap. 16)

 «No puede estar mucho tiempo en paz el que no procura ser el menor y el más sujeto de todos.»          (Libro I – Cap. 17)

«Deja las cosas curiosas, lee tales materias que te den más compunción que ocupación. Si te apartares de conversaciones superfluas y de andar ocioso y de oír noticias y murmuraciones, hallarás tiempo suficiente y a propósito para entregarte a santas meditaciones.
Los mayores santos evitaban cuanto podían la compañía de los hombres, y elegían el vivir para Dios en su retiro.»    (Libro I – Cap. 20)

«¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto? Haz ahora, hermano, lo que pudieres; que no sabes cuándo morirás, ni lo que acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación, y cuida solamente de las cosas de Dios.
Granjéate ahora amigos admirando a los santos de Dios, e imitando sus obras, para que cuando salieres de esta vida te reciban en las moradas eternas.» (Libro I – Cap. 23)

«El que no evita los defectos pequeños, poco a poco cae en los grandes.»   (Libro I – Cap. 25)

«No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve lo de fuera, mas Dios el corazón. El hombre considera las obras, y Dios pesa las intenciones. Hacer siempre bien, y tenerse en poco, señal es de un alma humilde. No querer consolación de criatura alguna, señal es de gran pureza y de cordial confianza.»     (Libro II – Cap. 6)

«¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús es grave infierno: estar con Jesús es dulce paraíso. Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo podrá dañarte. El que halla a Jesús, halla un buen tesoro, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho, y más que todo el mundo. Pobrísimo es el que vive sin Jesús, y riquísimo es el que está bien con Jesús.»  (Libro II – Cap. 8)

«No quiero consolación que me quite la compunción; ni deseo contemplación que me lleve en soberbia.»   (Libro II )

«Gran cosa es el amor, y bien sobremanera grande; él solo hace ligero todo lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual. Pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jesús nos anima a hacer grandes cosas, y mueve a desear siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar en lo más alto, y no ser detenido de ninguna cosa baja.
El amor quiere ser libre, y ajeno de toda afición mundana; porque no se impida su vista, ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, o caiga por algún daño.
No hay cosa más dulce que el amor; nada más fuerte, nada más alto, nada más ancho, nada más alegre, nada más lleno, ni mejor en el cielo ni en la tierra; porque el amor nació de Dios, y no puede aquietarse con todo lo creado, sino con el mismo Dios.
El que ama, vuela, corre y se alegra, es libre y no tiene estorbo. Todo lo da por todo; y todo lo tiene en todo; porque descansa en un Sumo bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien.
No mira a los dones, sino que se vuelve al dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo.
El amor no siente la carga, ni hace caso de los trabajos; desea más de lo que puede, no se queja que le manden lo imposible; porque cree que todo lo puede y le conviene. Pues para todos es bueno, y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las cuales el que no ama, desfallece y cae.
El amor siempre vela, y durmiendo no duerme. Fatigado no se cansa; angustiado no se angustia; espantado no se espanta; sino, como viva llama y ardiente luz, sube a lo alto y se remonta con seguridad.
Si alguno ama, conoce lo que dice esta voz:
Grande clamor es en los oídos de Dios el abrasado afecto del alma que dice: Dios mío,
amor mío, Tú todo mío, y yo todo tuyo. Dilátame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del corazón cuán suave es amar y derretirse y nadar en el amor. Sea yo cautivo del amor, saliendo de mí por él grande fervor y admiración. Cante yo cánticos de amor: sígate, amado mío, a lo alto, y desfallezca mi alma en tu alabanza, alegrándome por el amor. Ámete yo más que a mí, y no me ame a mí sino por Ti, y en Ti a todos los que de verdad te aman como manda la ley del amor, que emana de Ti como un resplandor de tu divinidad.
El amor es diligente, sincero, piadoso, alegre y deleitable, fuerte, sufrido, fiel, prudente, magnánimo, varonil y nunca se busca a sí mismo; porque cuando alguno se busca a sí mismo, luego cae del amor.»          (Libro III – Capítulo 5: Del maravilloso afecto del divino amor.)

«Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, y obre conmigo, y persevere conmigo hasta el fin. Dame que desee y quiera siempre lo que te es más acepto y agradable a Ti. Tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya, y se conforme en todo con ella. Tenga yo un querer y no querer contigo; y no pueda querer ni no querer sino lo que Tú quieres y no quieres.» (Libro III -Capítulo 15: Cómo se debe uno haber y decir en todas las cosas que deseare)

«Espera un poco, alma mía, espera la promesa divina, y tendrás abundancia de todos los bienes en el cielo. Si deseas desordenadamente estas cosas presentes, perderás las eternas y celestiales. Sean las temporales para el uso, las eternas para el deseo. No puedes saciarte de ningún bien temporal, porque no eres creada para gozar de lo caduco.»   (Libro III -Capítulo 16: En sólo Dios se debe buscar el verdadero consuelo.)

 «Dame prudencia para desviarme del lisonjero, y sufrir con paciencia al adversario. Porque esta es muy gran sabiduría, no moverse a todo viento de palabras, ni tampoco dar oídos a la engañosa sirena, pues así se anda con seguridad el camino del cielo»   (libro III – Capítulo 27 – El amor propio nos desvía mucho del bien eterno)

«Dice Jesucristo: Hijo, no te enojes si algunos tuvieren mala opinión de ti, y dijeren lo que no quisieras oír. Tú debes sentir de ti peores cosas, y tenerte por el más débil de todos. Si andas dentro de ti, no apreciarás mucho las palabras que vuelan. No es poca prudencia callar en el tiempo adverso, y volverse a mi corazón, sin turbarse por los juicios humanos. No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí? Y el que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozará de mucha paz. Del desordenado amor y vano temor, nace todo desasosiego del corazón, y la distracción de los sentidos».   (Libro III -Capítulo 38: Contra las lenguas maldicientes.) 

«¡Oh luz perpetua, que estás sobre toda luz creada! Envía desde lo alto tal resplandor, que penetre todo lo secreto de mi corazón. Purifica, alegra, clarifica y vivifica mi espíritu y sus potencias, para que se una contigo con exceso de júbilo. ¡Oh, cuándo vendrá esta dichosa y deseada hora, para que Tú me hartes con tu presencia y me seas todo en todas las cosas! Entretanto que esto no se me concediere no tendré gozo cumplido.»  (Libro III – Capítulo 34: Qué Dios es para quien lo ama, más delicioso que todo, y en todo.)

«Mas Tú, Señor, eres siempre el mismo, y permaneces eternamente, siempre bueno, justo y santo, haciendo todas las cosas bien, justa y santamente, y ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que soy más inclinado a caer que aprovechar, no persevero siempre en un estado, y me mudo siete veces al día. Mas luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu mano auxiliadora; porque Tú solo, sin humano favor, me puedes socorrer y fortalecer, de manera que a Ti solo se convierta y en Ti descanse mi corazón.»  (Libro III Capítulo 40: Que ningún bien tiene el hombre suyo ni cosa alguna de qué alabarse).

«(Dice Jesús) Otros serán grandes en boca de los hombres; de ti no se hará cuenta. A otros se encargará este o aquel negocio; tú serás tenido por inútil. Por esto se contristará alguna vez la naturaleza; y no harás poco si lo sufrieres callando. En estas y otras cosas semejantes es probado el siervo fiel del Señor, para ver cómo sabe negarse y mortificarse en todo. Apenas se hallará cosa en que más necesites morir a ti mismo, que en ver y sufrir cosas repugnantes a tu voluntad, principalmente cuando parece conforme y menos útil lo que te mandan hacer. Y porque tú, siendo inferior, no osas resistir a la voluntad de tu superior, por eso te parece cosa dura andar pendiente de la voluntad de otro y dejar tu propio parecer… Inclínate, pues, humildemente bajo la mano de todos, y no cuides de mirar quién lo dijo, o quién lo mandó. Sino procura con gran cuidado que, ya sea superior, inferior o igual, el que algo te exigiere o insinuare, todo lo tengas por bueno, y cuides de cumplirlo con sincera voluntad. Busque cada uno lo que quisiere; gloríese este en esto, y aquel en lo otro, y sea alabado mil millares de veces; mas tú no te alegres ni en esto ni en aquello, sino en el desprecio de ti mismo, y en solo mí voluntad y honra. Una cosa debes desear, y es que, en vida o en muerte, sea Dios siempre glorificado en ti.» (Libro III – Capítulo 49: Del deseo de la vida eterna, y cuántos bienes están prometidos a los que pelean.)

«Concédeme, Señor, saber lo que se debe saber; amar lo que se debe amar; alabar lo que a Ti es agradable; estimar lo que te parece precioso; aborrecer lo que a tus ojos es feo. No permitas que juzgue según la vista de los ojos exteriores, ni que sentencie según el oído de los hombres ignorantes; sino dame gracia para que pueda discernir con verdadero juicio entre lo visible y lo espiritual, y sobre todo, buscar siempre la voluntad de tu divino beneplácito». (Libro III – Capítulo 50: Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado.)

«Yo extenderé delante de ti los prados de las Escrituras, para que, dilatado tu corazón, corras la carrera de mis mandamientos.»    (Libro III – Capítulo 51)

¿Qué diré yo pecador, y lleno de toda confusión? No tengo boca para hablar sino solo esta palabra: Pequé, Señor, pequé; ten misericordia de mí; perdóname. Déjame un poco para que llore mi dolor, antes que vaya a la tierra tenebrosa y cubierta de obscuridad de muerte. ¿Qué es lo que principalmente exiges del culpable y miserable pecador, sino que se convierta y se humille por sus pecados? De la verdadera contrición y humildad de corazón nace la esperanza de ser perdonado, se reconcilia la conciencia turbada, repárase la gracia perdida, se defiende el hombre de la ira venidera, y se juntan en santa paz Dios y el alma contrita.    (Libro III – Capítulo 52 – Que el hombre no se repute por digno de consuelo, sino de castigo.)

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Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis – Imitación de Cristo

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Acerca de diariosdeavivamientos

Soy Gabriel, seguidor de Cristo. Vivo en Córdoba, Argentina. Amo la Historia de la Iglesia, desde la Patrística hasta nuestros días; y amo a la Iglesia, la militante y la victoriosa, la visible y la invisible, con sus luces y sombras; no soy imparcial, pero intento compartir lo que creo y pienso sin fanatismos ni sectarismos. Bienvenidos a mi blog.
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2 respuestas a La Imitación de Cristo – Tomás de Kempis – Imitación de Cristo PDF

  1. Luis Cuba dijo:

    No puedo descargar, me sale error. Como soluciono

    Me gusta

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